domingo, 3 de marzo de 2013

La sexualidad en el mundo Prehispánico - Parte II

La impactante iconografía Moche es percibida hoy como un portal hacia su estilo de vida, sus costumbres y sus creencias religiosas. Esta percepción seguramente tiene más que ver con el grado de realismo aparente de sus vasijas de cerámica, bellamente modeladas y pintadas, que con la verdadera naturaleza de sus representaciones.


Contexto ideológico:

Antes de proceder con el análisis, es necesario discutir dos conceptos amplios y globales que proporcionarán el marco conceptual para todo este escrito. El primero se refiere a la dualidad simbólica y el segundo a la noción tripartita de la religión Moche referente a la Vida, la Muerte y los Ancestros. Estos tres términos, frecuentemente denominados como el “Mundo de los Vivos”, el “Mundo de los Muertos” y el “Mundo de los Ancestros”, han sido utilizados, casi intercambiablemente, para describir ciertas escenas de la iconografía. Comenzaré con el concepto de la dualidad para luego proceder hacia la idea del sistema tripartito. 

Un sistema dual:
La dualidad simbólica impregnó toda de la religión Moche y se ha detectado en actos rituales –funerarios y de sacrificio– tanto en la de la Huaca de la Luna. En las tumbas, hay pares de vasijas iguales y, en caso de sitios de sacrificio, hay pares de cuerpos humanos (Bourget 2001b: 114). Entre las ofrendas de cerámica de este contexto funerario había también una intrigante vasija-retrato que muestra la cabeza de un hombre con nariz y labios extirpados. Esta forma de mutilación fue común y numerosos individuos aparecen así en la iconografía. Generalmente se muestran montando una llama o sentados frente a un edificio y, con menos frecuencia, en actos sexuales. La mutilación facial trasformaba la cara de un ser vivo en calavera, una especie de auténtico muerto-viviente. La interacción entre la vida y la muerte es a menudo representada con la ambigüedad entre mono y personaje esqueletizado o calavera. Por ejemplo, la vista frontal de la Figura 2 aparenta representar un personaje esqueletizado sujetando una flauta de pan. Sin embargo, vista más de cerca, la escultura muestra una articulación del hombro muy peculiar y la cola de un mono. Así, ocurre una doble dualidad entre la vida y la muerte y entre un ser humano y un mono. En otra vasijaretrato, el doble juego entre lo humano y animal y entre la vida y la muerte se expresa en la cara, mostrando a la vez rasgos humanos, de mono y de esqueleto. Un tipo similar de tensión resultante de la transición entre estos dos estados puede haber sido creada con otra vasija-retrato que muestra a un tuerto. En este caso visión en un ojo y la ceguera en el otro también expresarían el concepto dualista de vida y muerte, como ocurre en las representaciones de individuos que se tapan un ojo con una mano. Cada uno de estos “tipos transitorios” -cara mutilada, cara esqueletizada y hombre tuerto– juegan un rol en el tema sexual: el muerto-viviente, el mono-personaje esqueletizado y el tuerto. En sí, este tema puede haber estado relacionado muy de cerca con algún tipo de transición o fase del ciclo vital. Como hipótesis se puede sugerir que en la iconografía Moche existe una etapa transitoria entre la vida y la muerte que parece haber sido expresada por medio de un número de elementos simbólicos -seres duales o seres transitorios- tales como los muertos-vivientes, el hombre-mono y el tuerto 


La existencia de un sistema tripartito en la iconografía y religión Moche, constituida por un Mundo de los Vivos, un Mundo de los Muertos y un Mundo de los Ancestros mítico –este último poblado por seres sobrenaturales con atributos antropomorfos y zoomorfos– ya ha sido propuesto (Arsenault 1987: 157; Benson 1975: 140; Hocquenghem 1979: 94). Sin embargo, dividir la iconografía Moche en tres unidades discretas y separadas tales como Vida – Muerte – Ancestros no es tarea fácil. Representaciones complejas tales como, el Tema de la Presentación, a menudo contienen, al parecer, seres humanos actuando junto a seres con atributos sobrenaturales y actividades similares pueden ser realizadas por sujetos que pueden haber existido en cualquiera de los tres “mundos”. Sería improductivo intentar crear una separación rígida y completa entre estos tres posibles universos y los sujetos asociados con ellos. Esto no quiere decir que el Mundo de los Ancestros y la creencia en la vida después de la muerte no existiesen. Al contrario, algunos de los individuos de alto rango podrían haber sido percibidos como originados allí, lo que borraría las fronteras entre estos tres mundos míticos. Donnan ha declarado que no es fácil establecer una distinción clara entre los seres vivientes y los personajes esqueletizados, ya que en algunos casos, ellos realizan actividades separadamente o en conjunto: “Pero, ¿pertenecen las figuras de muertos exclusivamente al reino de lo sobrenatural? La evidencia iconográfica sugiere que no, ya que hay muchas escenas eróticas con fi guras de muertos yuxtapuestas e interactuando con figuras humanas normales” (Donnan 1982: 102).
Para que individuos de alto rango personifiquen a ancestros vivientes o seres especiales con atributos zoomorfos, tienen que haber existido relaciones de continuidad y contigüidad entre estas tres diferentes regiones. En algunos casos, estos tres estados de los seres formaban parte de un continuo. El mundo de los vivos, como nosotros lo comprendemos, aparentemente no está representado como tal, a no ser que se conecte con los aspectos rituales y profundamente religiosos de la sociedad Moche. Las actividades cotidianas están completamente ausentes de la iconografía y únicamente se representan actividades ritualizadas, tales como el arte de la guerra, sacrificios, rituales funerarios y semejantes (Benson 1972: 89; Donan 1978: 174).

En todo caso, se puede afirmar que en la iconografía Moche existen cuatro grandes tipos de sujetos.El primero consiste en seres humanos y animales tratados en forma naturalista. Por lo general, son representados sin atributos adicionales. Los animales domésticos como el perro, la llama y el cuy, jamás fueron antropomorfizados.El segundo involucra a sujetos que he denominado “transitorios”: la cara mutilada (o muerto-viviente), el esqueleto-mono, el tuerto y los personajes esqueletizados. Ellos realizan un sinnúmero de actividades como cuidar un ataúd, acarrear ofrendas funerarias, tocar música y bailar. Como veremos más adelante también están comúnmente involucrados en actividades sexuales.


El tercer tipo está representado por animales, vegetales y objetos, todos con atributos antropomorfos. Generalmente están involucrados en rituales de guerra, sacrificio, carreras rituales, etc. Un gran número de animales no domésticos forman parte de este grupo, tales como zorros, felinos, venados, murciélagos, roedores, lagartijas, lechuzas, patos, colibríes, halcones, escorpiones, ciempiés, arañas, etc. Finalmente, el cuarto tipo incluye a seres antropomorfos pero que poseen colmillos en sus bocas, llevan un cinturón de serpiente y zorro y otros atributos sobrenaturales. Estos son los sujetos más importantes de la iconografía y forman parte central de los más elaborados rituales, como el Tema de la Presentación, el ritual de Sacrificio de la Montaña y el Tema del Entierro. Los sujetos del tercer tipo usualmente se asocian con las actividades desarrolladas por los individuos con colmillos, pero generalmente aparecen en una posición subordinada.

IV. Variantes en el acto sexual Moche.
Dentro del universo de las representaciones sexuales, se encuentran los órganos genitales masculinos y femeninos representados en formas independientes en los ceramios; luego con el desarrollo magistral de la escultura las representaciones de falos y vulvas se encuentran identificadas en el contexto corporal cuyas representaciones son siempre desproporcionadas adrede y sobre todo tratando de resaltar exageradamente en relación al cuerpo humano; por último llegando a un conjunto variado de relaciones de apareamiento en su más grande representación plástica. Pero las representaciones no sólo están referidas a los hombres, también abarca al mundo animal, vegetal y a los dioses. Es decir trata de un equilibrio cosmológico unido por una idea central de reproducción o fertilidad de la que el hombre no es un ser aparte sino un elemento mas de la concepción animista y teogónica Moche. 

Las cinco fases del arte erótico-sexual Moche. 
Larco Hoyle (1945) ordenó en cinco fases el arte ceramográfico Moche de acuerdo a su forma en el inicio, florecimiento y decadencia (la advierten la aparición de ceramios que registran la perversión sexual). Su clasificación:
1.- Representaciones en pareja. Aquí la actividad sexual es completamente variada (desde besos, caricias hasta masturbación y actos contra natura), ello significa escoger libremente la voluntad de amarse. 
2.- Representación de coito de animales. Representación de mayor inventiva y genialidad, su fuerza estética estriba en la frescura y el humor, que no llega al cansancio visual. 
3.- Representación de falos y vulvas en cuerpo humano. Muestran al hombre y a la mujer en su más completa libertad. La potencialidad sexual se eleva a una existencia mágica concebida como símbolo de fuerza y glorificación de supervivencia humana. 
4.- Representación de falos y vulvas en recipientes. Recipientes especiales para llenar algún liquido, de actitud festiva, jolgorio y de corte humorístico. 
5.- Representaciones divinas. Se trata de posesiones divinas, lo sacro desciende y posee a los hijos del hombre. En un acto de mucha trascendencia con un sentido profundo que va mas allá de lo que se ve’’. (‘’Los Mochica’’. Larco H. Rafael. 1945). 

Esta cerámica erótica de la cultura Moche obedece al carácter y transparencia de su vida, estilo y modo moral y estético de la visión del mundo que ellos sentían y tenían, reproducido tal cual a sus ideas y sentimientos.  Entre los temas de la iconografía Moche existe un impresionante repertorio de vasijas que representan actos sexuales, tanto escenas en solitario como en diversas combinaciones entre humanos, personajes esqueletizados y seres con atributos sobrenaturales. Las escenas de cópula vaginal son extremadamente escasas, siendo la mayoría de las representaciones de actos de sodomía, masturbación y sexo oral, así como representaciones de genitales femeninos y masculinos desproporcionados. Salvo una excepción, parece haber una completa dicotomía en las actividades sexuales entre cópulas estrictamente no vaginales y vaginales. En las primeras los individuos involucrados son generalmente humanos, personajes esqueletizados u otros mostrando mutilaciones faciales. En cambio en la cópula vaginal, el hombre generalmente posee atributos sobrenaturales tales como colmillos en su boca y cinturones de serpiente con cabezas de zorro, personaje que ha sido llamado “Cara Arrugada” por varios investigadores. Aparece rodeado por aves antropomorfizadas y con su compañero, una Iguana. Otros casos incluídos en esta categoría muestran animales y víctimas de sacrificio copulando con mujeres. Por tanto, las diferencias entre el tipo de actividad sexual y los personajes que las realizan deben ser tomadas en cuenta para comprender el tema. La gran mayoría de estas vasijas rituales han sido encontradas en contextos funerarios. Como el ritual funerario es una actividad cultural y simbólica compleja, es necesario considerar primero si estas escenas podrían tener relación con creencias funerarias concernientes a la muerte misma –como un concepto o incluso como una entidad a sus aspectos liminales o a creencias en la vida del más allá. Esto no quiere decir que estas vasijas no fuesen usadas en otros contextos, tales como rituales de libación. 

Cópula anal: 
Las escenas más populares son las de cópula anal. Una de las posiciones más frecuentes es la de la mujer descansando sobre su vientre con el hombre detrás de ella, de pie, con las piernas ligeramente dobladas. Frecuentemente sujeta firmemente los hombros o glúteos de su pareja. La segunda posición es la de la mujer recostada de lado y el hombre en la misma posición que en el caso anterior. La tercera muestra a ambos individuos de costado. En la cuarta, la pareja aparenta estar sentada y el hombre detrás de ella. La quinta, muestra a la mujer de espaldas con el hombre parado sobre ella, y en la última, el hombre está acostado de espaldas con la mujer sentada sobre él.
Cuando los genitales son visibles, como es usual, los artistas dejaron en claro con minucioso detalle que el acto sexual consiste en una cópula anal. De hecho, no se deja ningún detalle anatómico a la imaginación a fin de representar la naturaleza exacta del acto sexual y los genitales femeninos, incluyendo los labios y el clítoris, están a menudo claramente delineados.
Aunque este gesto no se realiza sistemáticamente, el hombre frecuentemente sostiene la barbilla de su pareja, lo que también se da en escenas que involucran una eventual víctima de sacrificio. Por lo tanto, esta representación debe tener un significado simbólico más complejo que se explorará en detalle más adelante.


Las vasijas que muestran cópula anal están habitualmente decoradas con una serie de bandas horizontales de color crema y ocre, frecuentes también en los costados de representaciones de plataformas escalonadas. Según lo propuesto por Elizabeth Benson (1972: 138), este diseño bien podría simbolizar la forma de un templo Moche. Por lo tanto, si el significado de las bandas es representar una estructura monumental, su asociación con escenas sexuales enfatizaría la naturaleza altamente simbólica del acto sexual. En el siguiente caso la relación con el símbolo se expresa aun más claramente ya que se ha pintado un motivo de doble escalera justo debajo de la pareja. Este motivo podría representar la doble escalera usualmente presente en ceramios de formas arquitectónicas. Varios de los elementos que acompañan las representaciones sexuales, tales como dibujos de vasijas, objetos rectangulares de cobre amarrados o la alfombra sobre la que muchas veces aparece recostada la mujer, comúnmente han sido encontrados en la realidad formando parte de la parafernalia funeraria Moche.
En las representaciones de cópula anal es común que se incluya a un niño recostado al lado de la pareja o siendo amamantado durante la cópula. Algunos expertos ven en estas representaciones una especie de control de la natalidad a fin de garantizar al recién nacido la leche suficiente para sobrevivir (Dobkin de Ríos 1984; Gebhard 1970; Kauffmann Doig 1978). Sin embargo, el tema de la representación sexual y dos escenas de cópula anal que se muestran a continuación, contradicen esta interpretación. Más aún, en algunos casos el hombre ha sido reemplazado por personajes que están muy relacionados con la simbología funeraria y de sacrificio, tal como un individuo con nariz y labios extirpados, un personaje esqueletizado o un tuerto que ha perdido sus orejeras, lo que lo identificaría como un cautivo y posible víctima de sacrificio. En consecuencia, en la escena de cópula anal, los seres transitorios como los mencionados están involucrados directamente. La cercana relación de mujeres con seres esqueléticos y con estos seres especialmente marcados parece reforzar el rol de la mujer o el género femenino en relación a la muerte, el sacrificio y los rituales funerarios. 

Masturbación 
La masturbación masculina ocupa el segundo lugar en el rango de importancia numérica de este peculiar cuerpo iconográfico. Como notó Larco (1965), los rostros de las mujeres a menudo reflejan una expresión de indiferencia o de enojo. Algunas veces, como en las escenas de sexo oral, la mujer tiene una expresión de asco y parece estar tratando de apartarse del acto sexual. Es posible que estas expresiones faciales quieran expresar la inexistencia de placer sexual y enfatizar la dimensión ritual. Como veremos más adelante, es aún más aparente que la mujer es forzada a realizar actos de sexo oral.
La principal diferencia entre las escenas de masturbación y las escenas de cópula anal no es sólo la mayor representación de hombres esqueléticos en las primeras, sino el número de mujeres esqueletizadas. En general, las escenas de este tipo parecen reunir los principales elementos que forman parte de un ritual funerario: el género femenino, ofrendas funerarias, música y actividad sexual. En el Tema de la Masturbación, la dualidad simbólica parece haber sido expresada por lo menos de dos maneras diferentes. La pareja es a menudo pintada en dos colores contrastantes, donde la mujer siempre es ilustrada en color rojo y su compañero esquelético en blanco. En la mayoría de las escenas que involucran a una mujer y a un ser esquelético masculino, la mujer está situada a la izquierda de su compañero. Esto podría validar la idea que izquierda y derecha pueden haber sido parte del principio dualista del simbolismo Moche, que está bellamente expresado en las tumbas de Sipán, con los objetos de oro colocados a la derecha del individuo principal y los de plata ubicados, en su mayoría, a su izquierda (Alva y Donnan 1993: 223).

Sexo oral: 
Como lo señalé previamente, pareciera que la mayoría de las escenas de sexo oral representan al hombre forzando a la mujer a realizar el acto (Figura 30), las cuales presentan dos variaciones. En la primera, ambos personajes están de lado cara a cara, con el hombre manteniendo o empujando la cabeza de su compañera hacia el pene erecto. La segunda posición muestra al hombre sentado sobre una especie de asiento rectangular con su compañera sentada en el suelo justo delante de él. El hombre sentado sobre una tarima o trono, y el diseño de escala pintado en las dos botellas, daría fuerza a la naturaleza ritual del acto sexual. La postura de pie del hombre durante el sexo oral es bastante poco común. Si bien el lenguaje gesticular de la iconografía Moche no ha sido estudiado hasta ahora, nos permite reiterar una vez más la relación cercana que puede haber existido entre las escenas sexuales y el amplio concepto del ritual de guerra y sacrificio humano. De igual manera, como veremos más adelante, la conexión entre ciertas actividades sexuales y el contexto funerario no está marcado solamente por la presencia de figuras esqueléticas en numerosas escenas, sino también por mostrar cópula anal realizándose junto a un entierro.


Penes de libación: 
Lo que denominamos Penes de Libación representan el tercer motivo en orden de importancia cuantitativa. Comúnmente corresponden a la representación de un individuo masculino dotado de un pene inmenso. Puede ser un hombre de pie, sentado en un trono, o un ser esquelético. El líquido tiene que ser introducido por la cabeza del sujeto; sin embargo, en algunos casos, si se tratase de beber o verter el líquido por la cabeza, este se escaparía por los agujeros alrededor del canto de la vasija. Por lo tanto, es obligatorio verter o beber por el agujero que hay en el pene. Estos casos conectan la idea del fluído seminal y el ritual de sexo oral. Las escenas de sexo oral y vasijas de libación masculinas debieron estar relacionadas desde el punto de vista cognitivo. La erección de un pene “vivo” exhibida por el personaje esqueletizado en la Figura 34 también se puede ver en numerosos esqueletos de la iconografía; como si quisieran indicar que mantienen una cierta vitalidad después de su muerte. Ciertas razones fisiológicas, como las erecciones post mortem, podrían explicar estas creencias y la presencia de penes erectos en seres esqueléticos. Dada la importancia que los Moche atribuían a los rituales funerarios y prácticas de sacrificio, queda poca duda que ellos hayan tenido la oportunidad de observar dichas erecciones. Para una sociedad aparentemente tan interesada en la continuación de la vida después de la muerte, un signo indiscutible como una erección post mortem tiene que haber sido vista como prueba definitiva que la vida continuaba después de la Muerte. Por tanto, estas erecciones post mortem representarían una demostración tangible de la fertilidad suministrada, a lo mejor, por los seres con atributos sobrenaturales que existirían aun después de la muerte.


Vaginas de libación 
El género femenino también está representado en las vasijas de libación, comúnmente con genitales enormes. Es muy posible que estas vasijas hayan servido para contener ciertos líquidos. En algunos casos, la vagina conduce a una doble cavidad dentro de la cámara de la vasija. Si uno vierte líquido por la vagina en la vasija, éste desaparece por completo dentro del cuerpo de la mujer. Consecuentemente, si se trata de beber o servir líquido en este tipo de vasijas, el líquido reaparecerá desde el cuerpo de la mujer a través de la vagina. La relación entre estas vasijas de libación y las anteriores que mostraban genitales masculinos exageradamente grandes, es reforzada aun más por el hecho que la mujer dentro del cuenco en la Figura 36 está realizando con ambas manos el gesto de la mano empuñada. Por tanto, parece factible que el significado de estas vasijas esté asociado con la actividad de sexo oral. En este caso, las piezas estarían específicamente relacionadas al concepto de la fertilidad asociado al género femenino. 


Genitales masculinos antropomorfos 
Los genitales masculinos antropomorfizados enfatizan la relación simbólica que parece existir entre la cabeza y el pene. En algunos casos, la cabeza del pene literalmente adquiere la forma de cabeza humana. En el primer ejemplo, los testículos están modelados directamente en el cuerpo de la vasija y lo que aparenta ser una vagina con vello púbico ha sido pintada alrededor del pene. 
En ambos casos estos penes-cabeza, que poseen orejeras, tienen una mano puesta en la nariz. La clave para entender este gesto puede encontrarse en la representación del ritual de guerra, pues en numerosas escenas los guerreros capturados son ilustrados sangrando de narices y las víctimas sistemáticamente se llevan las manos a las narices. Este sangramiento habría sido parte de la secuencia del ritual (Donan 2003:114). Como todas las representaciones de penes en la iconografía muestran evidencia de circuncisión, no es descabellado sugerir que el derramamiento de sangre en un ritual de circuncisión tiene que haber sido visto como sacrificio. Esta hipótesis es reforzada por estos penes antropomorfizados con orejeras tubulares como las de los guerreros. Estos ornamentos son específicos a un grupo particular de individuos masculinos y su remoción en un guerrero vencido es un signo adicional de captura y eventual sacrificio. En otros casos el pene está completamente antropomorfizado. 


Actividades homo eróticas en la cerámica Moche. 
Con la llegada de los europeos aparecieron las evidencias históricas de actividades homosexuales en la literatura del siglo XVI. Hasta ahora nadie ha escrito específicamente sobre el tópico de homosexualidad en el arte peruano. En el Perú, aunque existe una gran cantidad de arte erótico para estudiar, solamente unos cuantos catedráticos han hecho declaraciones sobre la naturaleza de las actividades homosexuales en el arte erótico. 
Rafael Larco Hoyle (1965:110) quien niega la presencia de actividades homosexuales (y bestialidad) en todo el arte antiguo del Perú, admite que posiblemente existe una representación. Además, declara que estas existen como intentos moralizadores, que sirven como un ‘’extremo aviso’’a lo que pasara a personas que son demasiadamente sexuales. 
Oscar Urteaga Ballén (1968: 327) llega a una conclusión similar. Èl dice que las actividades homosexuales si existen pero que son raras y representan un comportamiento ‘’anormal’’ y ‘’perverso’’. 
Federico Kauffmann Doig (1978: 54-56) dice que las figuras representan actividades homosexuales pero que estas son raras en la tradición erótica del antiguo Perú. Las actividades homosexuales, representadas en el arte Moche, parecen reflejar un comportamiento sexual conectado con ritos religiosos en lo cual participaron varias clases o grupos sociales (entre ellos los sacerdotes). (…). Hay que anotar que las actividades homosexuales en el Perú continuaron siendo practicadas con fines religiosos por unos 800 años después de la caída de la cultura Moche.  La representación de estas figuras en ritos sugiere que estos eran integrados hacia una religión con orientaciones sexuales. Pero hay que anotar que en el arte Moche la alta frecuencia de coito anal y masturbación indica que el erotismo Moche no estaba dedicado a la religión de la fertilidad’’. (Representaciones artísticas de actividades homo eróticas en la cultura Moche’’. Arboleda C. Manuel. 1981:105)


IV Parte: La prostitución entre los antiguos peruanos. 
Un asunto, discutido y debatido en varias crónicas, incluyendo los ‘’Comentarios Reales’’ de Garcilaso de la Vega y varios ‘’anónimos’’ es el de la prostitución sexual entre los antiguos peruanos. Se ha referido a la presencia de mujeres que ejercían esta actividad y a las que se les llamaba ‘’pampayruna’’ que significaría mujer pública, ramera o prostituta. La manera como es descrita su presencia es variada y parece corresponder a la actitud moral, en especial religiosa, que asumía cada cronista al narrar el hecho. Un cronista jesuita anónimo, la describe así: ‘’El Inca permitía que mujeres de vida licenciosa, solteras que no fuesen vírgenes ni viudas, o las mancebas, o las mujeres legítimas de cada uno, viniesen a casas o escondrijos, para que allí cometiesen los adulterios o estupros nefandos’’.  ’Juan B. Lastres en su ‘’Historia de la Medicina Peruana’’, Vol. I, La medicina Incaica, refiere a la descripción que hace Garcilaso de la Vega sobre un asunto y lo presente en estos términos: ‘’el mismo cronista nos habla de mujeres de vida no santa, las cuales permitieron los Incas, para evitar mayores daños a la población. Vivían en los campos, en unas chozas aisladas, no podían entrar en los pueblos porque no se comunicasen con las otras mujeres. (…) los hombres las trataban con grandísimo desprecio (…) estas medidas de los Incas hablan bien de una legislación de la prostitución’’ ’’.  (La sexualidad en el Perú pre-colombino’’. Cáceres V. Artidoro. Pág. 49). 

El Servinacuy o matrimonio a prueba. 
Con mucha frecuencia se oye decir a los peruanos de hoy que existió o existe en estos tiempos un ritual de convivencia al que se ha convenido por calificar con un término mestizo: ‘’Servinacuy’’ o ‘’Sirvinacuy’’ que significaría ‘’periodo de servicio mutuo’’ y que es preliminar a la consolidación de la unión entre un hombre y una mujer, dándole a la palabra ‘’consolidar’’ la acepción de ‘’asegurar del todo’’ o ‘’afirmar mas y mas’’ la alianza. La modalidad, costumbre, ritual o como quiere llamársele, se practicó y se practica con seriedad, responsabilidad, respeto y dignidad.  Es una etapa de mutuo conocimiento, de valoración de cualidades y de observación y corrección de defectos ‘’antes que sea demasiado tarde’’ y la observación y calificación se extiende al grupo familiar, en especial de la mujer, quienes se mantienen atentos a la evolución durante el tiempo de ‘’prueba’’. Esta palabra ha terminado por sellar el calificativo ‘’matrimonio de prueba’’. Ni es ‘’matrimonio’’ ni es ‘’prueba’’.  No es matrimonio en la acepción de sacramento ni es en el de la unión ‘’legal’’. Si lo es en el sentido de ‘’unión de hombre y mujer concertado mediante determinados ritos’’.  No es ‘’prueba’’ en el sentido de aprobar algo para que lo use otro; tampoco lo es en el entendido superficial, irresponsable e inmaduro de ‘’si no me resulta, me largo pues’’. Ni siquiera es prueba en el concepto de ‘’voy a lograr experiencia para el futuro’’. Lo es, en la acepción de razón, argumento, acción con que se muestra o se hace patente una cualidad de sentimientos, ideas, planes, experiencias, intenciones, ensamblándolos o tratando de ensamblarlos con los de la pareja. Lo infeliz del término ‘’prueba’’ está en el contenido ‘’experimental’’ de ‘’ensayo’’, de ‘’aprendizaje elemental’’ que le dan muchas personas que interpretan este verdadero ritual iniciativo, interpretación teñida de prejuicio occidental, católico y legalista.  (La sexualidad en el Perú pre-colombino’’. Cáceres V. Artidoro. Pág. 113). 

Los cronistas, como se ha mencionado páginas atrás, no se refieren con claridad a estas costumbres. Lo primero que viene a la mente es la idea que Cieza de León tomo muy literalmente y juzgó los hechos que veía en función a sus principios y costumbres. En el capítulo XLIX de sus ‘’Crónicas del Perú’’ menciona lo siguiente: ’’… antes de que se casen a las que habían de tener marido las corrompían usando con ellas sus lujurias’’. Ahora sabemos que en España ninguna mujer podía convivir con un hombre antes del matrimonio, pero en las antiguas culturas peruanas si era posible y hasta necesario, no por el hecho de ‘’corromperlos’’ o ‘’iniciarlos sexualmente’’, sino por el de preservar la familia.  Para nadie es desconocido que en las Antiguas Culturas Peruanas y en las actuales serranías de nuestro actual Perú existió y existe el Servinacuy. En base a este alto valor institucionalizado, se puede asegurar que el hombre peruano pre-inca e inca, fue un gran y excelente planificador familiar y en consecuencia un sobresaliente planificador social. 

CONCLUSIONES 
En base a lo expuesto y a los ya mencionados interrogantes sobre la sexualidad en el Perú y ¿Qué enseñanza se puede sacar de ella? o ¿Puede esta enseñanza servir al hombre de hoy o al de mañana? Mi franca opinión es que si puede y de hecho sirve al hombre de hoy para inspirarse en el hombre de ayer. Y mejor aun, pienso que esta actitud puede representar un estímulo mayor y una mejor proyección hacia los años que vendrán.  Sin reparar en prejuicios y vanos intentos de aplicar dogmatismos en sociedades totalmente diferentes a la actual. Comprendiendo que la sexualidad no solo se limita al morbo, sino que puede y debe tener fines educativos, espirituales y preservantes en la continuidad de la especie. 

BIBLIOGRAFÌA

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  • BENSON, E. ‘’The Mochica: A Culture of Peru’’. 1972 Praeger, London.
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La Sexualidad en el mundo Prehispánico

La calificación del "antiguo Perú’’ es ambigua, generalizada e imprecisa en cuanto al ámbito sexual nos referimos. Ya que no se llega a un punto de concordancia en cuanto al fin que persiguen las ideologías y prácticas de los diversos pueblos que habitaron en la antigüedad el Perú; siendo tomados a veces por obscenos, paganos, pornográficos y degenerados. Es comprensible el uso de estos calificativos por personas cuyo pensamiento se ve influenciado por sus creencias y estilos de vida, y que no logran diferenciar las normas que rigen la sociedad actual de las costumbres que predominaban en los llamados ‘’tiempos antiguos’’.



De este modo no se puede aplicar o tener  prejuicios en contra de las sociedades que llamamos primitivas o antiguas sin antes analizar el por qué de sus acciones y preguntarnos ¿Qué enseñanzas se puede sacar de ellas? Y ¿Puede esta enseñanza servir al hombre de hoy o al de mañana? En base a estas interrogantes que abren temas polémicos, como lo es siempre el de la sexualidad (en especial tomada en sociedades antiguas como la peruana) buscamos hallar, sino respuestas, referencias que ayuden a entender esto que podría, sino debiera, considerarse un arte y parte de la cultura de un pueblo,  y no simple pornografía.
Los puntos a tratar son los siguientes:
I Parte: Sexualidad en el antiguo Perú. Tipos de fuente:
a) Las crónicas, 
b) Obras escritas por arqueólogos, antropólogos e historiadores en base a material diverso y restos arqueológicos.
II Parte: Cronología y estadística de las representaciones erótico-sexuales en el Perú Antiguo.
III Parte: La cultura visual Moche. Contexto ideológico.
IV Parte: Variantes en el acto sexual Moche. Las cinco fases del arte Erótico-sexual Moche. Actividades homo eróticas en la cerámica Moche.
V Parte: La prostitución entre los antiguos peruanos y el servinacuy o Matrimonio a prueba.

I. sexualidad en el antiguo Perú.
La vida de los antiguos peruanos estuvo seguramente inspirada y regulada por sus observaciones de la naturaleza. Su pensamiento concreto se enriqueció al intentar dar explicación a los hechos que recogían con todos sus sentidos y que imitaban y seguramente perfeccionaron. Así pues las manifestaciones sexuales están presentes en períodos diversos de la cultura pre-hispánica, en especial en su cerámica, variando desde la simple presentación anatómica de los genitales externos, de ambos sexos, hasta la ilustración detallada de relaciones sexuales practicadas en modalidades variadas.
"Son muy variadas las interpretaciones acerca de las manifestaciones sexuales en el arte prehispánico. Las opiniones varían desde un franco rechazo hacia lo que algunos consideran o consideraban una ‘’degeneración’’, que justificaba, según ellos, el duro término de "pornografía’’. ‘’Manifestaciones en la cerámica prehispánica’’. Miranda C. Hernán. 1993:141).
El doctor Pedro Weiss, eminente investigador de las enfermedades del antiguo peruano, decía sabiamente: ‘’no es razonable explicar o interpretar hechos antiguos en base a criterios modernos’’ (expresado en conferencias). Esta sagaz observación invalida una interpretación de las manifestaciones sexuales con criterios éticos y religiosos que no eran vigentes en la época en la que estas sociedades vivían. El sano consejo del doctor Weiss nos libra del error de aplicar interpretaciones y creencias modernas a prácticas ocurridas hace dos mil años. De acuerdo con el doctor Cevallos Quiñones (‘’Área y fase de la cultura Moche’’ 1985:102) y tomando el caso de una de las culturas más representativas en este tema, como es la cultura Moche, podríamos afirmar que: ‘’los ceramios incluidos los que representan cuadros eróticos eran parte del ajuar funerario, puesto que son encontrados en tumbas.



Si este tipo de manifestación artística tenía algún significado ofensivo e inmoral no se entendería por qué razón pudieron haber sido colocados junto a los restos de un ser querido, en un trance marcado por el dolor y la reverencia’’.  En cuanto al carácter e intención de los ceramios con expresiones eróticas, va disipándose la serenidad de los juicios, a medida que vamos aceptando que los símbolos y valores de los pueblos pre-colombinos fueron distintos a los de nuestro tiempo, en que algunas doctrinas de principios muy rigurosos llegaron a asociar las manifestaciones sexuales con el pecado y la condenación.
Otro planteamiento por parte del escritor Eugenio Alarco (‘’El hombre peruano en su historia’’. Cáp. 10) dice lo siguiente: ‘’Debemos recordar que la mayor parte de las culturas, entre las que se encuentran la hebreo-cristiana, han considerado y siguen considerando las relaciones sexuales, no como una de las cosas naturales y buenas de la vida. Entre nosotros esto no ocurre, solo con los selváticos. Los actuales aymaras de Chucuito, los pastores quechuas de la puna de Paratia, en Puno, los indígenas de Chavin de Huantar y sin duda muchos otros piensan que dichas relaciones son algo natural y placentero y no deben de ser materia de conflicto’’. Así logramos apreciar que para muchos escritores, historiadores, arqueólogos y hasta médicos; el acto sexual y la sexualidad en pleno no representaban (en la antigüedad) ni representan (hoy en día) comportamientos degenerativos y pornográficos, sino todo un acto de manifestaciones naturales y hasta artísticas que eran parte del desarrollo social de las comunidades.

Las fuentes. Tipos:

Las fuentes, los elementos, los vestigios, el material, que permiten analizar y deducir hechos, costumbres, conductas de la vida sexual de los antiguos peruanos, son de los siguientes tipos:
a) Las Crónicas. Documentos escritos, recogidos y dejados por los españoles, mestizos e incluso indios.  La crónica es por naturaleza un género vernáculo que brota de la historia. La crónica castellana tenía, sobre todo, como característica propia, una tendencia ascética y moralizadora. (‘’Los cronistas del Perú’’. Porras B. Raúl. 1962). Las crónicas, si bien son documentos indicadores, informadores, tal vez anunciadores, sin embargo son discutibles y, en general, pueden y deben ser cuestionados a la luz de investigaciones y descubrimientos posteriores a ellas, también actuales y con seguridad futuros. Como lo afirma Rafael Larco Hoyle: ‘’las crónicas son páginas que nos transmiten informaciones superficiales e incompletas de la vida sexual de los antiguos peruano (…) escritas algunas narraciones a partir del año 1557 no podemos tomarlas como piedra angular para conocer lo que sucedió en días de violencia y sojuzgamiento de un pueblo que solo conocía una escritura ideográfica y que, en el testimonio oral, por fuerza habría de ser, sino hermético, al menos poco locuaz. Son los cronistas, a veces, más dados al estilo ampuloso del texto que a la belleza de la realidad (…) ’’. (Ensayo sobre las representaciones eróticas del Perú pre-colombino’’. Larco H. Rafael. 1966).

Pero no todo lo escrito en las crónicas puede ser desechado. Son cartas de navegación que deben ser tomadas como indicios a partir de los que hay que profundizar la investigación complementaria aunque fuera simplemente por cotejo. "Si bien por una parte las crónicas son un valioso documento de información para poner en claro muchos aspectos de la complicada y variada trama de la vida del antiguo Perú; por otra, en lo referente a los aspectos religiosos y sexuales en particular, creo que la mayoría de ellas están ‘’contaminadas de prejuicios’’ por razones de carácter cultural, como los de orden ideológico, filosófico, moral, ético, etc. Del lugar de los que provienen los cronistas, todos ellos en su mayoría totalmente ajenos para comprender la naturaleza y esencia de esta nueva cultura radicalmente diferente a la suya’’. 
(Concepción de la sexualidad en el Antiguo Perú’’. Vergara M. Enrique. 1993:149).



Los cronistas del Perú Antiguo son numerosos y difieren entre ellos por varios aspectos: el tiempo en que escribieron, el lugar en el que lo hicieron, la profesión que ejercieron o la ideología que defendieron. Por eso no es fácil obtener conclusiones que puedan ser consideradas definitivas. Y si esto es así para los aspectos generales es aún más difícil y complicado para los de la sexualidad en especial. Veamos con mayor detalle la opinión de uno de los primeros cronistas sobre la vida sexual del poblador peruano precolombino. 
Pedro Cieza de León, llega al Perú en 1548, según Porras Barrenechea encarna un espíritu de paz y civilidad, es el primer cronista que emprende la historia peruana, indígena y española’’. (La sexualidad en el Perú pre-colombino’’. Cáceres V. Artidoro. Pág. 25).
Don Pedro Cieza de León editó su ‘’Crónica del Perú’’ a partir de 1553. Veamos algunos aspectos relacionados con la sexualidad de los antiguos peruanos, encontrados en su obra. En el Capítulo X de la segunda parte se describe: ‘’de cómo el señor, después de tomada la borla del reino, se casaba con su hermana la Coya, que es nombre de reina; y como era permitido tener muchas mujeres, salvo que entre todas la Coya era la legitima y la mas principal’’. Uno de los temas en el que muchos cronistas se detienen es en el de las uniones incestuosas entre hermanos. Se dice que habría sido Túpac Inca Yupanqui el primer monarca que se unió a su hermana, aduciendo que debiendo adorar ambos cónyuges al mismo abuelo, la unión era perfecta.


b) Obras escritas por arqueólogos, antropólogos e historiadores en base a material diverso y restos arqueológicos.
Una fuente muy valiosa para conocer la sexualidad de los peruanos precolombinos lo constituye la arqueología o mejor aún los restos arqueológicos. Objetos metálicos muestran cuerpos humanos desnudos en los que los genitales son detallados en forma prevalente e importante. ’Estatuillas como la Venus, llamada de Frías, que se conserva en al museo de Brüning de Lambayeque, son obras de arte con armonía perfecta y que, siendo huecas en su interior, seguramente tenían aplicaciones a uso ritual o curativo al poder ser llenados con algún líquido de propiedades específicas para la fertilidad por ejemplo’’ (La sexualidad en el Perú pre-colombino’’. Cáceres V. Artidoro. Pág. 73). Son también importantes los tejidos, que tienen dibujos con representaciones de la vida sexual de animales y seres humanos de época pre-colombina.Otros restos arqueológicos con contenido sexual lo constituyen las esculturas en piedra, algunas de grandes dimensiones, como las que se encuentran en la región de Huaraz, procedentes de la cultura Chavín. Son piedras con neta diferenciación sexual, con genitales masculinos o femeninos y símbolos asignados a  ambos sexos, como los que se encuentran en las columnas de la puerta de ingreso al templo principal de Chavín de Huantar.

Federico Kauffmann Doig (El Perú arqueológico -1976), gran estudioso del comportamiento sexual en los antiguos peruanos, plantea la posibilidad que las tumbas o torres funerarias ‘’chullpas’’, tengan forma peneana y representen, a una modalidad de culto fálico. Pero los mejores, más abundantes, claros e inobjetables restos arqueológicos de naturaleza sexual son las piezas cerámicas o ‘’Huacos’’. Existen centenares de ceramios de tipo erótico o sexual, repartidos en museos o colecciones privadas. En todos estos lugares se encuentran los huacos que muestran el tema de la sexualidad y una clara, evidente y pedagógica enseñanza de las costumbres sexuales de los antiguos peruanos. Las manifestaciones eróticas en la cerámica preínca parecen haber florecido en la llamada época de Auge o Clásica. Es interesante anotar que el refinamiento en la cerámica sexual llega a su máxima expresión o apogeo al terminar esa época de auge’’. (‘’La sexualidad en el Perú pre-colombino’’. Cáceres V. Artidoro. Pág. 88).


Ahora se puede leer o iconizar o interpretar el contenido simbólico o representativo de estos objetos arqueológicos: caricias, besos, representación de genitales, manipulación genital, masturbación, posiciones cóitales variadas, homosexualidad y hasta intento de amputación peneana que pudiera señalar un gesto de transexualismo, prácticas sexuales urogenitales, escenas de partos, de coitos grupales y de animales, entre otras representaciones, señalan el conocimiento y la riquísima práctica sexual de los antiguos peruanos. Algunos ejemplares presentan enfermedades y otros en los que uno o más sujetos tienen rostros cadavéricos apuntan tal vez a un intento moralizador o docente. Hay también evidencias con carácter místico religioso y otros que representan órganos sexuales aislados como cántaros o vasijas y algunos verdaderos sustitutos genitales y talvez ‘’consoladores’’ femeninos y/o masculinos.

II. Cronología y Estadística de las representaciones erótico-sexuales en el Perú Antiguo.
Dentro de un cuadro cronológico de las Culturas Antiguas Peruanas, Pre-inca e Inca, se han manifestado valiosas representaciones artísticas en relación a temas con motivos sexuales. ’Por ejemplo, los patrones estilísticos de la gran época Chavín (1200 A.E.) no son tan realistas en sus representaciones, aun así con un esfuerzo agudo y novedoso Patricia J. Lyon (Ñawpacha Nº 16) ha señalado en la temática Chavín, la ‘’vagina dentada’’. Con la presencia de la invasión de la cultura Huari en el siglo VII de nuestra era, estas ideas y sus representaciones plásticas, desaparecen. Al menos no se registran la frecuencia durante la cultura Moche en sus fases I, II, III especialmente. Con la independencia regional y la caída del imperio Ayacuchano se intenta un retorno a las creencias locales y su libre expresión, y es en la metalurgia y cerámica de la cultura Chimú (1200 – 1470 A.E.) cuando se manifiestan nuevamente las escenas y representaciones fálicas. Es decir, sobrevive con dos siglos de paréntesis, esta tradición mágico-religiosa aunque claro, el reinado Chimú habría perdido el conocimiento de las fórmulas de asociación de tierras, horneado y oxido para pintar que tuvieran los Mochica; sus representaciones se manifiestan en cerámicas negras desproporcionadas y carentes de plasticidad y el realismo Mochica’’. (Concepción de la sexualidad en el Antiguo Perú’’. Vergara M. Enrique. 1993:149).
En cuanto a porcentajes de estas representaciones se trata y tomando como muestra una de las culturas con mayor número de representaciones sexuales, como es la Cultura Mochica nos referimos a la estadística dada por P. H. Gebhard (1973), citado en repetidas oportunidades por Kauffmann Doig.
En referencia a este autor se dice: ‘’encuentra una cantidad relativamente grande de vasijas Moche (22%) representando el acariciamiento y manoseo genital… el mismo autor señala que al repasar la cerámica Moche de tema sexual encuentra ocho posiciones cóitales, y agrega: la mujer de costado y el hombre también, detrás de ella, pero parcialmente (29%), la penetración vaginal o anal por detrás (9%), la mujer supina y el hombre arrodillado o agachado entre las piernas de ella (9%), la mujer arrodillada o a gatas y el hombre agachado o parado detrás de ella (18%), la mujer prona, echada boca abajo y el hombre prono también, sobre la espalda de ella, o detrás de ella agachado entre las nalgas (18%), el hombre supino con la mujer encima de él agachado o sentado (3%), ambos sentados cara a cara (2%).

El autor sólo refiere a la porcentualización en la cultura Moche y solo refiere coito vaginal o anal’’. (La sexualidad en el Perú pre-colombino’’. Cáceres V. Artidoro. Pág. 89-90). 
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